Un miércoles particular | Vagancias

Un miércoles particular | Vagancias

Editor Proyecto

febrero 9, 2025

Jorge “El Biólogo” Hernández*

Tres episodios dignos de recordar, de un miércoles de julio. El primero fue literario, más tarde uno deportivo y, para cerrar la noche, uno dantesco.

Días antes había recibido la invitación a la presentación de un libro cuyo título me llamó la atención tanto como su autor. El Maestro Enrique Ibarra, a quien había conocido en 1997 en el Instituto Federal Electoral, presentaría un espléndido trabajo suyo, titulado El nacimiento de Jalisco, 1808-1825, con el subtítulo “De la lucha por la autonomía a los debates fundacionales”. Ese 5 de julio escuché a los presentadores, Rafael Pérez Gay y José Woldenberg, leer sendos textos en los que resaltaron las virtudes del libro, y lo que cada uno descubrió en partes importantes de esa historia. Con la profundidad y fluidez que caracterizan su escritura, Rafael me hizo interesarme por la lectura de ese libro que describió también con su mirada de magnífico editor cultural. Por su parte, Woldenberg comenzó su intervención recordando a un gran hombre a quien tuve el privilegio de conocer: “Bien decía Fernando Zertuche cuando nos alertaba: Cuídate de los hombres adánicos, los que creen que con ellos empieza la historia”, y continuó diciendo, “la historia es un intento de reconstruir el pasado, una fórmula para conocer de dónde venimos, incluso un placer en la conversación”.

Ambas intervenciones fueron sin duda una invitación para leer ese libro, y ese apetito aumentó al escuchar al autor, quien luego de agradecer a los presentadores -como era esperado-, nos dio una verdadera cátedra, sin la formalidad de releer partes de su libro, y nos embelesó narrando la historia de lo fue la Nueva Galicia. Quedé impactado con esos relatos, imaginando al cura Hidalgo que, al mismo tiempo que decretaba la abolición de la esclavitud, permitía la fabricación libre de pólvora, así como el degüello de cientos de españoles, confiscaciones de manera discrecional, y también lo pensé dando órdenes para perseguir hombres que, resistiendo, se convirtieron en los precursores del federalismo mexicano, y que fundaron lo que hoy conocemos como Jalisco.


El autor también narra un tema que fue novedoso para el público de esas noche; nos habló de los inicios de la prensa en esas tierras, como la creación del Despertador Americano, El Telégrafo de Guadalajara y la Estrella Polar. Con el placer que otorga el escuchar voces inteligentes que realmente ilustran, y la ilusión de leer ese libro, esa tarde-noche salí feliz y me retiré antes del brindis del Cine Lido, Centro Cultural Bella Época, en la calle de Tamaulipas, porque tenía otro compromiso igualmente gratificante.

A las ocho de la noche en punto, mi amigo Bogart Montiel pasó por mí, para dirigirnos al Frontón Mexico y cumplir con la invitación que nos había hecho Mikel Arreola a la inauguración de la temporada del Jai Alai que se celebraba esa día. Ya en el estacionamiento de ese edificio, nos sorprendió gratamente el que unas muchachas, que eran asiduas al Frontón, nos dijeron que si veníamos a los juegos, el pago del estacionamiento se hacía en una taquilla especial donde se da descuento y se paga una cuota fija por todo el tiempo que dura el espectáculo. Empezamos bien la noche -nos dijimos-, estamos de suerte, hay que apostar aunque solo sea en un juego.

En la entrada del Palacio de la Pelota, solamente tuvimos que pronunciar las palabras clave: somos invitados del señor Mikel Arreola, y de imediato una edecán nos condujo por un elevador al primer piso y nos llevó al palco número 12. Ahí fuimos recibidos por un amable mesero quien preguntó qué deseábamos tomar; pedimos un whisky, que resultó ser Bushmills, por fortuna el favorito de Bogart. Esa magnífica suite merece una descripción detallada: en su entrada hay una barra ampliamente surtida, por si uno desea ver el partido de pie y cerca de los licores, y bajando un peldaño están dispuestas cuatro filas con cinco cómodos asientos cada una. Su ubicación no puede ser mejor, pues tiene vista al medio de la cancha.

Después del primer whisky nos dispusimos a ver la inauguración, que estuvo a cargo, ni más ni menos, que de nuestro anfitrión. Fue Mikel quien hizo el primer saque lanzando la pelota desde su cesta en ese día histórico para el Frontón México. Se celebraba, por primera vez en su larga vida, un juego protagonizado por dos parejas de mujeres, quienes disputaron el primer partido de la temporada de Jai Alai en ese histórico escenario, fundado en el año de 1929. Al terminar el partido de las damas, disfrutamos dos buenos partidos en los que participaron grandes pelotaris vascos y mexicanos, quienes nos ofrecieron muy emocionantes y bellísimas jugadas, como siempre ocurre en ese gran deporte.
Un regalo extra de esa noche fue que todo ese tiempo estuvimos acompañados en el palco por dos grandes pelotaris: el propio Mikel quien ha sido, como jugador amateur varias veces subcampeón del mundo, y otro gran deportista en su tiempo, Samuel Inclán. Este, además, es descendiente de la familia fundadora, en los años treintas, del Frontón Inclán, el cual por fortuna sigue en pie hasta la fecha, en las calles de Bucareli. Samuel resultó además un gran conversador, sobre todo acerca de las historias de la época de oro del frontón de su familia. Como me ocurre a menudo en ese deporte, no escuché a los expertos y aposté por los rojos, ante la risa de Mikel, quien al verme perder me decía, te lo dije, Biólogo, era con los azules.

El tercer episodio de este miércoles particular comenzó al salir del estacionamiento del frontón, en el auto de Bogart, con el plan de comer unos tacos para satisfacer el apetito despertado por los whisquitos disfrutados. Bogart, un conocedor del centro de la ciudad, tomó con rumbo hacia Portales para, de paso, darme aventón a mi casa. Íbamos por la calle Niños Héroes, felices de haber disfrutado esa gran velada deportiva, cuando muy cerca de Televisa Chapultepec, a media cuadra de la Procuraduría de la CDMX, en Río de la Loza, encontramos todas las calles cerradas. Pensamos en ese momento que podía tratarse de algún percance automovilístico, pero no era así, según nos dimos cuenta al bajarnos un momento del auto; ese bloqueo o “plantón”, como se le llama también a esas manifestaciones no era organizado por campesinos o estudiantes protestando, tampoco eran grupos de vecinos reclamando por servicios. No, queridos lectores, la protesta estaba compuesta por un grupo de decenas de bellas mujeres que, como se decía en las películas de la época de oro del cine mexicano, se dedicaban a la vida galante, y quienes lanzaban consignas incomprensibles para nosotros, que se confundían con el sonido de algunas sirenas de patrullas que se escuchaban a lo lejos.

Por el elegante vestuario de las manifestantes, y por ser de gran lujo los autos que seguían llegando para bloquear la vía pública, notamos que las profesionales que protagonizaban el bloqueo eran “de alto standing”. Entones, una persona ataviada con ropa de mujer nos abrió el paso -con el clásico “viene, viene”- para salir del embotellamiento, y Bogart, con su visión de observador nocturno en la penumbra me dijo, “mira, Biólogo, esta es una concentración plural que respeta la diversidad, no sólo mujeres participan en ella, este señor que nos está ayudando es un travesti, ve sus manos”. Noté que la persona que nos ayudaba, ataviado con una minifalda roja que cubría sus medias negras, tenía unas grandes manos que desearía cualquier cancerbero de un equipo de primera división.

Nunca supimos de qué se trataba la protesta, incluso al día siguiente busqué en los diarios y las noticias radiofónicas, y en ningún lado encontré referencia alguna a lo vivido la noche en la que se cerraron las calles por donde pasamos ese miércoles. Por supuesto, Bogart y yo, mientras comíamos los tacos nocturnos, no podíamos dejar de comentar lo sucedido y elucubramos sobre las razones de la protesta; construimos algunas hipótesis, claro, algunas muy descabelladas y divertidas, y otras que bien podían dar pie al guion de algún thriller mexicano de esos que inventaba Juan Orol.

Sin embargo, consciente de que las crónicas de ficción no son lo mío, no me atreveré a escribir lo que imaginábamos en esa conversación. Prefiero dejarle esta última parte de ese miércoles a alguno de mis amigos escritores, que tienen el envidiable talento de crear historias con un increíble final.

*Bailarín tropical, apasionado de viajes, bares y cantinas que desea que estas Vagancias semanales sean una bocanada de oxígeno, un remanso divertido de la cotidianidad.

Septiembre 2023