¿Tradición? Mi reflexión sobre el Certamen Niña Tepabril y el uso de recursos públicos | OPINIÓN

¿Tradición? Mi reflexión sobre el Certamen Niña Tepabril y el uso de recursos públicos | OPINIÓN

Editor Proyecto

enero 31, 2025

Alejandro Prado

En muchas ciudades o poblaciones, las tradiciones son vistas como elementos que refuerzan la identidad cultural y generan un sentido de pertenencia. Sin embargo, no todas las tradiciones son positivas ni merecen perpetuarse, especialmente cuando promueven estereotipos, refuerzan dinámicas de desigualdad o, peor aún, involucran a niñas en espacios de violencia simbólica. El certamen Niña Tepabril es un ejemplo que debería hacernos reflexionar.

El Niña Tepabril presenta una competencia donde se califica a las niñas de entre 8 a 10 años, bajo estándares que refuerzan estereotipos de belleza, comportamiento y carisma. Esto no solo condiciona la forma en que las niñas perciben su propio valor, sino que también envía un mensaje nocivo sobre lo que la sociedad espera de ellas: lucir de cierta manera, actuar de determinada forma y competir entre sí para ser “aceptadas”.

Estos estereotipos perpetúan una visión limitada y excluyente, alejando a las niñas de la diversidad y la aceptación de sí mismas. En lugar de fomentar la individualidad y el crecimiento personal, se les enseña que su valor depende de la aprobación externa.

La participación en este tipo de eventos tiene consecuencias psicológicas profundas para las niñas. Estudios demuestran que la exposición temprana a competencias basadas en estándares de belleza puede generar problemas de autoestima, ansiedad y desórdenes de alimentación. Las niñas pueden internalizar la idea de que no son lo suficientemente buenas si no cumplen con los criterios impuestos, lo que afecta su desarrollo emocional y su confianza en sí mismas.

Además, se normaliza la comparación constante entre ellas, lo que puede alimentar la inseguridad y las dinámicas de rivalidad en lugar de la colaboración y el respeto mutuo.

El panorama se vuelve aún más preocupante cuando este tipo de certámenes no solo se perpetúan, sino que se financian con dinero público. Los recursos que deberían destinarse a proyectos educativos, culturales, salud mental o sociales que promuevan el bienestar infantil son desviados hacia eventos que, lejos de aportar algo positivo, perpetúan dinámicas de violencia simbólica.

Este apoyo institucional legitima prácticas que deberían estar siendo cuestionadas y reformadas. En lugar de fortalecer a las niñas como agentes de cambio, se les posiciona como objetos de evaluación bajo parámetros superficiales.

Es momento de preguntarnos ¿Qué queremos enseñarles a las niñas? Las tradiciones pueden ser un vehículo para transmitir valores positivos, pero también es necesario revisarlas críticamente cuando perpetúan desigualdades o afectan el bienestar de las personas.

Las instituciones tienen la responsabilidad de proteger a la infancia y generar espacios que promuevan su desarrollo integral, no solo desde un enfoque físico, sino también emocional, intelectual y social.

Todo esto lo escribo porque lo viví, en casa hubo una candidata, me tocó conducir este tipo de eventos donde puedo decir fui parte, que seguro no había una conciencia desarrollada u omisión, ¡hoy no más!, las niñas tienen que ser niñas.