La Presidenta Claudia Sheinbaum rechazó que su Gobierno haya recurrido a dádivas o movilizaciones pagadas para llenar el Zócalo durante el festejo por el séptimo aniversario de la Cuarta Transformación. “Nunca aceptaríamos eso”, afirmó en la conferencia mañanera. Sin embargo, los contingentes que abarrotaron la plancha el sábado cuentan otra historia.

De acuerdo con lo observado en el evento, organizaciones sindicales históricamente asociadas al corporativismo priista llegaron desde antes de las dos de la mañana para tomar posiciones. El SNTE, la CATEM, además de grupos de electricistas, petroleros, telefonistas, ferrocarrileros, integrantes de la CROC y burócratas de varios estados se disputaron cada tramo de la plaza como si se tratara de un viejo desfile del régimen hegemónico.

La escena fue más una competencia territorial que una manifestación espontánea. Hubo empujones, cintas improvisadas para apartar espacios y banderas utilizadas como estacas. En la práctica, el Zócalo se convirtió en un tablero donde cada organización sindical buscó exhibir músculo político frente al nuevo Gobierno, replicando prácticas que el propio movimiento de la 4T ha cuestionado durante años.

A pesar de ello, Sheinbaum insistió en que su administración jamás recurriría a incentivos para convocar movilizaciones: “Siempre hemos estado en contra… no es la manera en que nosotros actuamos”, dijo. Agregó que un acto masivo de compra de asistencia habría restado entusiasmo al evento: “Se nota de inmediato. No hubiera habido la cantidad de gente ni el entusiasmo que había en el evento si esa hubiera sido la forma de convocatoria”.

Las declaraciones contrastan con la postal del sábado por la madrugada, donde los sindicatos se acomodaban por bloques compactos, defendiendo su espacio como símbolo de fuerza y pertenencia, práctica que por décadas definió al PRI y que la 4T ha prometido erradicar.Mientras la Presidenta se deslinda, la evidencia en la plaza pública revive una pregunta que su Gobierno aún no responde del todo: ¿fue espontaneidad o viejo corporativismo reciclado?