Daniel Camacho: Trazos de un caricaturista por el año nuevo.

Daniel Camacho: Trazos de un caricaturista por el año nuevo.

Editor Proyecto

diciembre 29, 2024

Vagancias Por Jorge “El Biólogo” Hernández La Jornada, Morelos*

Ante mi insistencia, y después de muchas llamadas telefónicas, Daniel Camacho al fin accedió a contar algo de sus travesías en los bares y, así, contribuir a estas Vagancias tabernarias.

Fue, sin mucho esfuerzo, a buscar esos recuerdos en su tierra natal: Guadalajara, Jalisco. Su memoria lo llevó directamente a Los Equipales. Con toda precisión, a pesar del tiempo pasado, recordó la primera vez que entró por sus puertas abatibles, en 1989, y no olvida que iba acompañado de su profesor Manuel Rodríguez Lapuente, quien lo había invitado a ese emblemático lugar; a esa cantina que fue fundada, cuestión no de menor importancia, por una mujer, doña Carmen Mancilla de Partida, en el año 1920.

Los momentos vividos en Los Equipales, Daniel los cuenta como si fueran imágenes trazadas por sus manos expertas de gran dibujante. En esa conversación nos comparte la gran tradición de ese lugar, que era visitado por toreros, boxeadores y futbolistas, algunos de ellos amigos de la familia de la dueña, como las legendarias figuras que fueron jugando para las Chivas, el Tigre Sepúlveda y Chava Reyes. No solo era frecuentado el lugar por esta gran concurrencia que le daba un ambiente particular a sus mesas, sino que también pasaron por ellas otras personalidades que definieron una época. En esas mesas protagonizaron largas tertulias, ni más ni menos, Agustín Lara, las Hermanas Águila y Lupita Palomera. Las fotografías de algunos de ellos engalanan sus paredes, que son de adobe amasado a mano, revelando del todo la edad del lugar. Quizá por esos visitantes, ese bar fue rebautizado como Los Famosos Equipales.

Como toda gran cantina, en ella se han servido, por más de cien años, deliciosas y abundantes botanas -son imperdibles las tostadas de pata-, así como ofrecidas legiones de copas que distribuyen meseros que caminan ágilmente por sus pasillos. Destaca entre todas una bebida original, creada en la década de los cuarenta, y que lleva un nombre que escandalizó a las mentes más puritanas, al mismo tiempo que su sabor y efecto impactó a los hígados más experimentados. Se llamaba Nalgas Alegres. Ese coctel es sin duda como una bomba, más potente y temerario que un bull, ya que se prepara con vino tinto, ron, ginebra y jugo de naranja. Yo nunca lo he tomado, afirma mi amigo Daniel, no por el nombre, sino por sus devastadores efectos; lo dice al mismo tiempo que esboza una pícara sonrisa.

A partir de esa primer visita, enfatiza en su conversación, no he dejado de frecuentar la equina de Mariano Bárcena y Juan Álvarez, no solamente por lo bien que uno se la pasa en este templo, sino por las ricas y emotivas evocaciones que se me aparecen con el primer tequila. Por ejemplo, al poner unas monedas en la rockola, alguna música olvidada me devuelve de un solo golpe al pasado y soy de nuevo un estudiante de Derecho, de la Universidad de Guadalajara que está ahí reunido con compañeros, haciendo sus pininos en política estudiantil. También, por supuesto, me llega el aroma lejano y agradable de algunas novias de esa época.

Sin embargo, los recuerdos más profundos son los que vienen del último día del año, los 31 de diciembre. En la memoria de Daniel, esa fecha es inseparable del recuerdo de Los Equipales, “un encuentro indisoluble entre esa cantina y mi biografía”. En ese día, todos los años, se daban cita a las doce horas de la tarde, hora en que abría sus puertas Los Equipales, un grupo de amigos y colegas médicos muy cercanos, y mi padre, el doctor Daniel Camacho Durán, era el comandante de esa tribu que se reunía para brindar, darse un abrazo y desearse lo mejor para el nuevo año.

Cuando alcancé la mayoría de edad, ya como un hombre adulto, por fin, era tiempo de ser invitado a ese ritual maravilloso. A partir de entonces tuve el privilegio de acompañarlos, y se hizo inseparable de mi mano un caballito de tequila que era invitado por los mayores. En esa cantina fui testigo y tuve la suerte de ver, extasiado, cómo mi padre cultivó a lo largo de su vida, como si fuera una aventura, la amistad con sus colegas. Cómo no recordar ahora, para terminar esta conversación que me pediste, querido Biólogo, que compartir con gran emoción una maravilla íntima: con ese Doctor, mi padre, además de un profundo afecto familiar, existió una plena y entrañable amistad. Eso me llena de orgullo: hasta su despedida, él y yo fuimos siempre amigos.

Por esas maravillas vividas, desde Los Equípales, pongo una moneda en la rockola y brindo con mi tequila deseándoles a todos un feliz año nuevo. Salud.

*Bailarín tropical, apasionado de viajes, bares y cantinas que desea que estas Vagancias semanales sean una bocanada de oxígeno, un remanso divertido de la cotidianidad. (elbiologony@gmail.com)

*Texto publicado originalmente en La Jornada Morelos.