A Guadalajara con amor | OPINIÓN de Enrique Ibarra

A Guadalajara con amor | OPINIÓN de Enrique Ibarra

Editor Proyecto

febrero 14, 2025

Por Enrique Ibarra Pedroza*

La ciudad cumple 483 años de su fundación, un largo proceso en el que ha demostrado que sabe levantarse y que sabe reinventarse

Ninguna de las grandes ciudades del mundo tuvo un parto tan dilatado y accidentado como Guadalajara, que hoy celebra 483 años de su asentamiento definitivo en el Valle de Atemajac. El erudito Guillermo García Oropeza escribió en su estilo ameno: «Guadalajara como toda ciudad que se respete tuvo padre y madre conocidos, Nuño Beltrán de Guzmán y Beatriz Hernández». Efectivamente, el despiadado español Nuño le encargó a Juan de Oñate en 1532, la fundara en la zona cazcana de Nochistlán.

La escasez de agua y la férrea defensa de los cazcanes por su tierra y sus familias, llevó a Nuño a encabezar el 19 de mayo de 1533, la Sesión del Ayuntamiento para que 14 regidores y vecinos votaran si se mantenían ahí o mudaban de sede. Diez de ellos se manifestaron a favor de irse y cuatro en contra. La mudanza fue a Tonalá, pero Nuño ambicionaba que el monarca que había nombrado a su némesis, Hernán Cortés, como Marqués del Valle de Oaxaca, le diera el mismo título en este lugar. Por eso los obligó a trasladarse a lo que hoy es Tlacotán, un paraje en Ixtlahuacán del Río.
Carlos V le otorgó a Guadalajara el título y escudo de Ciudad. Y finalmente, un día como hoy, en lo que es la Plaza de los Fundadores, se dio el asentamiento definitivo con el testimonio del Virrey Antonio de Mendoza, 63 familias ibéricas y cientos de indígenas que lo acompañaron y se establecieron en el barrio de Mexicaltzingo (Casa de los Indios Mexicas).

Pero el crecimiento y desarrollo de la Ciudad fue muy lento. Y eso a pesar de que el rey y el Papa Paulo III autorizaron establecer la Diócesis Obispal en Guadalajara en 1546; y dos años después se instaló la Audiencia de la Nueva Galicia, que llegó a tener una extensión de más de un 1 millón 700 mil kilómetros cuadrados.

Un indicador del atraso en que estaba la Ciudad es que la Alcaldía, que como todas las de la Corona se ponían a la venta y se adquirían de por vida, la nuestra nunca costó más de 700 pesos, en contraste con la de Lima y la ahora CDMX que se vendieron en 12 mil y 12 mil 500 pesos, respectivamente.

Tan fue un proceso dilatado, que el hijo más ilustre de la Ciudad, Mariano Otero, en homenaje a los 300 años de su fundación, ubica el año de 1771 como el parteaguas de la misma. Consignó «que Guadalajara era una ciudad infantil… todavía pequeña y atrasada» y «en esos días la Providencia nos mandó un genio de beneficencia y de caridad, a Fray Antonio Alcalde, que iniciaría la época de los más grandes progresos materiales y morales».

Otero describe la erección de la Real Universidad de Guadalajara (hoy UdeG), del Hospital de San Miguel con mil camas para una población que no llegaba a los 25 mil habitantes, vivienda para familias humildes y las primeras escuelas para niñas y niños indígenas.

En 1793, se establece aquí la primera imprenta. Tres años después inicia sus funciones el Real Consulado de Guadalajara, una institución muy importante para el desarrollo comercial y la realización de infraestructura pública. Se conformaba por comerciantes honorables y solventes y es el antecedente más remoto de la actual Cámara de Comercio.

A la par del enriquecimiento en educación, en la salud, en el intercambio comercial, comienza su tarea como gobernador del reino Jacobo Ugarte, muy familiarizado de la corriente higienista de la Europa del siglo XVIII, por lo que inició las tareas de aseo público, empedrados y agua potable. Inaugura el servicio del «carretón de la basura» que pasaría a recogerla cada dos días y publica el reglamento que obligaba a los vecinos a barrer el frente de sus casas los miércoles y los sábados a las 6 de la mañana en el verano y a las 7 en el invierno.

El último de los obispos también dejó su impronta en Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de Cabañas, a la par de su participación en los temas políticos, defensor de los intereses de la Corona e impulsor del Imperio de Iturbide, fue un prelado muy solidario y humanitario con las clases más necesitadas, nos legó la Casa de la Misericordia para Niños en Orfandad y Adultos Desamparados. Hoy el Instituto Cultural Cabañas es el más emblemático de nuestros bienes culturales, Patrimonio de la Humanidad.

Con razón, Agustín Yáñez escribió: «Hospicio y hospital. Altos relieves de los obispos de la Nueva Galicia: Fray Antonio Alcalde y Juan Ruiz de Cabañas a la humanidad doliente donados».

Pero Guadalajara no solo es historia es también presente y futuro. Hoy es la segunda ciudad más importante del país con una población cercana a los 6 millones de habitantes y una economía que avanza con paso firme, se ha transformado para ser reconocida como el «Silicon Valley de México», porque ha sabido abrirse camino en la industria de la tecnología y la innovación sin perder su esencia, pues sigue siendo la cuna del Mariachi, el lugar donde la charrería, la gastronomía y el tequila son orgullo nacional y mundial.

Cada aniversario de Guadalajara es más que un número en el calendario, es un recordatorio de su historia, de las dificultades que se superaron, de la gente que la construyó con trabajo y esperanza, es un homenaje a su pasado y una promesa para el futuro. Porque si algo ha demostrado esta ciudad a lo largo de los siglos, es que sabe levantarse, sabe reinventarse y sobre todo sabe mirar siempre hacía adelante.

Guadalajara ha buscado siempre construir aún en las naturales diferencias políticas un clima y un ambiente de armonía y pluralidad; ahí está la frase en el frontispicio del Teatro Degollado construido por Santos Degollado qué reza para esta Ciudad, «Que nunca llegue el rumor de la discordia» y en la Plaza de los Fundadores frente al retablo de las familias ibéricas están las figuras en bronce de Beatriz Hernández, el primer Alcalde Miguel de Ibarra y frente a ellos el primer defensor de los Derechos Humanos en México, de su gente y su suelo Francisco Tenamaxtle.

Guadalajara es también una ciudad donde la gente conserva la calidez y la hospitalidad que distingue a los tapatíos, ha sido siempre una ciudad acogedora, hospitalaria inclusive para quienes no nacimos en ella, por ello, estas líneas van dirigidas… a Guadalajara con amor.

*A Guadalajara con amor en MURAL
14 de Feb.