Prácticas indecibles. Recuerdos de Rafael Pérez Gay desde Ku-kú

Prácticas indecibles. Recuerdos de Rafael Pérez Gay desde Ku-kú

Editor Proyecto

enero 5, 2025

Por Jorge «El Biólogo» Hernández*

Foto de la periodista y fotógrafa Sharenii Guzmán para Newsweekespanol.com

Hace poco tiempo le pedí a mi amigo Rafael Pérez Gay que fuera a sus recuerdos y me platicara algunas de sus vivencias cantineras. Que mejor manera de empezar el año, que compartir en estas Vagancias, lo que éste gran escritor me contó de su puño y letra, respetando el título de cómo me lo envió, y que aparece en la Vagancia de este sábado.

“Las cantinas han perdido prestigio, pero conocí en ellas misterios esenciales de la vida. Voy al pasado: la cantina el Ku-kú, a mitad de los años setenta, cuando ocupaba dos pisos en la calle de Coahuila casi esquina con Insurgentes. Me uní a un grupo de amigos que realizaba extraños viajes interiores en una de las mesas de la planta baja. Inducidos por el tequila y la cerveza, mezclados con instinto homicida en submarinos, las inmersiones nos llevaron a estados alterados de los cuales apenas guardo memoria.

A esas alteraciones de la conciencia atribuyo recuerdos extraños del final del sexenio de Luis Echeverría: la paridad a veinte pesos por dólar, las constantes acusaciones de empresarios que juraban que el presidente conducía al país hacia el socialismo cuando en realidad iba al abismo financiero y a la primera crisis económica de las varias que nos arrasarían con sus tempestades de encarecimiento y bajos salarios.

Nunca viví en París como dictaba la norma de los jóvenes aspirantes a la leyenda literaria. En consecuencia no tengo recuerdos de una chambre inmunda del Quartier Latin. El pesado de Hemingway colaboró como nadie a la mitología de París. Según él, “quien ha tenido la suerte de vivir en ella cuando joven, luego París lo acompaña, vaya a donde vaya, el resto de su vida”. Nunca me acompañó París a ninguna parte y admiro algunos libros de Hemingway tanto como deploro al bufón en el que se convirtió desde muy joven. Miento, París sí me acompañó a alguna parte: al Ku-kú.

Hacemos muchas cosas sin saber nada. Esa nada me mantuvo años en el Instituto Francés de América Latina, Río Sena 44, donde llegué a cursar la locura del primer semestre de la Sorbonne. Más tarde hice la carrera de Letras Francesas en la UNAM, de la cual soy prófugo consistente. Luego vino la pelea a muerte con la civilization française. Nunca entendí ese pleito, a los veintitantos todas las riñas son inexplicables.

No me pregunten por qué, pero mientras escribo estas líneas me he acordado no de los nombres de los escritores franceses a los que me aficioné en esos años sino, cosa rara, de éstos: Eugenio Méndez Docurro, Alfredo Ríos Camarena, Fausto Cantú Peña. Los tres ladrones fueron acusados de fraude a la nación. La memoria es un capricho, las cantinas también.”

Al transcribir esta fantástica crónica contada con el sabor y toque inconfundible de Rafael Pérez Gay, me transporté al tiempo de cuando yo era un pasante de la carrera de biología, y que por entonces frecuentaba la inolvidable librería de la UNAM que quedan en la avenida Insurgentes a pocas cuadras del Ku kú, esa cantina en donde algunas veces tomé con algunos compañeros de la facultad algo también de peligro, pero nunca tanto como los submarinos, lo que bebía en esa lejana época, eran unas sabrosas cubas de Bacardi blanco, que en esos tiempos de juventud por supuesto lo hacía, de ninguna manera moderada.

Eso fue muchos años antes de conocernos, y que le propusiera con todo cariño un día en orto bar a Rafa que se volviera mi compadre. Pero esas vagancias que vivimos, por separado y en tiempos distintos en el Ku kú, ya tenían sin duda marcado como premonición nuestro encuentro.

*Bailarín tropical, apasionado de viajes, bares y cantinas que desea que estas Vagancias semanales sean una bocanada de oxígeno, un remanso divertido de la cotidianidad.