La nueva cara de Petróleos Mexicanos (Pemex) quedó al descubierto con la presentación de su Plan Estratégico 2025-2035, un proyecto que marca un viraje importante respecto al modelo de producción adoptado por la administración anterior. Entre sus principales apuestas: el uso de fracking con agua tratada, mayor participación privada y la creación de un nuevo régimen fiscal para la explotación rentable de yacimientos de shale gas.

La paraestatal utilizará la técnica de fractura hidráulica, fracking,  en yacimientos que se extienden desde el norte de Tamaulipas hasta Veracruz, zona que podría convertirse en una nueva región productora de hidrocarburos no convencionales.

A diferencia de experiencias previas, Pemex no empleará agua dulce, sino agua residual tratada, agua congénita de campos maduros y agua de mar tratada. Según el plan, esta agua será recuperada en casi su totalidad, lo que pretende reducir el impacto ambiental de la operación.

Producción con respaldo privado

Uno de los cambios más relevantes del nuevo plan es el giro hacia alianzas con el sector privado. Se impulsará la coinversión en exploración y producción, el factoraje financiero con banca de desarrollo y servicios petroleros privatizados. Esto permitiría a Pemex compartir riesgos e inversiones en proyectos de gas natural, petróleo y shale gas, incluso en aguas profundas, a profundidades de entre 200 y mil metros.

Además, se contempla un nuevo régimen fiscal que buscará reducir el actual pago de derechos del 30 por ciento a un rango más competitivo, entre el 6 y el 15 por ciento, en línea con estándares internacionales. Esta reforma fiscal se encuentra en análisis y podría quedar lista antes de que termine el año.

En el mapa de Pemex figuran 23 asignaciones activas con potencial en shale gas en regiones como Tampico-Misantla, Sabinas-Burro Picachos y la Cuenca de Burgos, así como campos maduros en la zona Aceite Terciario del Golfo–Chicontepec. Entre los nombres que destacan se encuentran Olmos, Pitepec-Coyotes, Soledad, Amatitlán, Miahuapan y Miquetla, este último ya con contrato de exploración y producción en curso.

El plan prevé que, dependiendo de los resultados iniciales, se amplíen las asociaciones con privados. Las expectativas son altas: las fuentes consultadas estiman que los pozos considerados de geología compleja podrían tener una tasa de éxito del 80 al 90 por ciento.

El nuevo Pemex también contempla un regreso ambicioso a la exploración en aguas profundas, con foco en nueve provincias petroleras como la Delta del Río Bravo, el Cinturón Plegado Perdido, la Salina del Golfo Profundo y el Cañón de Veracruz. Cabe recordar que, tras la reforma energética de 2014, se adjudicaron 19 contratos de aguas profundas a empresas como BP, Shell, Total y Statoil, con inversiones que superan los mil millones de dólares.

Contra el robo de combustible

En paralelo, el plan contempla una inversión de 10 mil 967 millones de pesos en seguridad e inteligencia, con la meta de reforzar la lucha contra el huachicol, una de las principales amenazas para la red de distribución y finanzas de la empresa productiva del Estado.

La nueva estrategia, aseguran las fuentes, busca no sólo aumentar la producción a 1.8 millones de barriles diarios, sino transformar a Pemex en una compañía moderna, con capacidad de adaptación y abierta a nuevas formas de negocio. Una estrategia que rompe con el discurso soberanista del sexenio actual y se alinea, de forma pragmática, con las exigencias del mercado energético global.