En México, el sueño de ascenso social está fuera del alcance para millones. La mitad de quienes nacen en pobreza están condenados a morir en ella, de acuerdo con el Informe de Movilidad Social en México 2025, elaborado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

La investigación detalla que 50 de cada 100 personas que pertenecen al 20 por ciento más pobre de la población no logran superar esa condición en su vida adulta. Solo un 2 por ciento consigue escalar hasta el quintil más alto de ingresos.

“La estructura económica mexicana es rígida y profundamente desigual”, advierte el CEEY. De hecho, más de la mitad de quienes nacen en familias ricas mantienen esa posición durante toda su vida, lo que evidencia una profunda brecha entre clases sociales.

Piel, pobreza y región: barreras que determinan el futuro

Uno de los hallazgos más preocupantes del informe es el impacto del racismo estructural en la movilidad social. Las personas con piel más oscura tienen menos oportunidades de salir de la pobreza: el 57 por ciento de ellas permanece en el quintil más bajo, frente al 34 por ciento de quienes tienen piel clara.

Esta tendencia se repite, pero en sentido inverso, en los niveles altos de ingreso: el 54 por ciento de las personas de piel clara se mantiene en la riqueza, mientras que solo el 42 por ciento de quienes tienen piel más oscura lo logra. La situación es aún más desfavorable para las mujeres con piel morena, quienes enfrentan una doble desventaja persistente a lo largo de su vida.

A esta desigualdad se suma la geografía. En la región Centro-Norte, el 31 por ciento de las personas nacidas en pobreza permanece en ese nivel; sin embargo, en el sur del país la cifra se eleva al 64 por ciento, situando a esta región con niveles de movilidad comparables a los cinco países más desiguales del mundo.

Factores fuera del control individual

El estudio también revela que el 48 por ciento de la desigualdad en los ingresos se debe a factores completamente ajenos a las decisiones personales, como el origen familiar, el nivel educativo de los padres, el género y el racismo.

En suma, el informe del CEEY retrata un país donde el punto de partida social prácticamente determina el destino. Donde el color de piel, el código postal y el apellido pesan más que el esfuerzo individual, y donde las condiciones estructurales siguen siendo una barrera infranqueable para millones.