agosto 16, 2022
Con los acontecimientos recientes del restaurante Sonora Grill, donde se dio a conocer que tu mesa era asignada según tu apariencia física y tez de piel, no hizo más que recordarme la herencia clasista con la que hemos crecido en este país, donde la idea de la supremacía blanca no es solo algo que sucede en Estados Unidos, si no que la hemos normalizado tanto, en el color de la piel, los estándares físicos de otros países, la riqueza o la aparente existencia de ella, que olvidamos nuestras raíces, tan olvidadas que nos ofende nuestro color de piel, nuestra forma de hablar, nuestra indumentaria e historia, nos ofende el quienes somos, pero aspiramos a la falsa idea de la vida y conducta de países vecinos.
Vemos estos actos todos los días, los whitexicans, el moreno que da miedo en la calle por ser moreno, en nuestra propia familia cuando nace un bebé y lo primero que dicen es “Aww mira, es blanquito” tenemos tan interiorizado la supremacía e ideología blanca, que somos nosotros como sociedad quienes formamos que el sistema clasista exista como algo normalizado, y al igual que otros movimientos nos han enseñado la importancia de desaprender, esta no es la excepción, desde el privilegiado que dejan pasar a un antro por ser de ojos de color y piel clara, una zona exclusiva en un restaurante donde los comensales se vean con poder adquisitivo, mayores oportunidades salariales y de trabajo para los “blancos”, hasta la familia que tiene al bebé favorito por no ser “prietito”
Perdimos el piso cuando se convirtió la palabra “prieto” en algo despectivo, cuando olvidamos que el color de nuestra piel no determina el valor de nuestra persona, nos dejamos llevar por una influencia lejana, cuando nuestro país, ni es el mismo que aquellos como el que queremos sentirnos, que olvidamos nuestra raíz cultural, nuestro mestizaje no nos volvió prietos, los criollos comenzaron a llamarse despectivamente prietos en estos días, cuando no hay más que decir, somos orgullosamente así, es nuestra esencia, no tenemos que esconderla, somos diversos, en pensamientos, en piel, en raza, en cultura, y eso es lo que nos da la riqueza, no aquellos que dividen las mesas para aparentar lo que evidentemente no son.
Somos nosotros los únicos que podemos terminar con la herencia clasista de nuestro país, somos quienes, en nuestra sangre, en nuestra historia, en nuestro ser, pueden terminar con las barreras, es un trabajo difícil, pues todos, absolutamente todos, hemos normalizado tanto esto, que nos toca poner de nuestra parte una cosa… Aprender a desaprender.
Majo Gómez