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marzo 31, 2024
México registró, en una semana, alrededor de 126 incendios forestales en más de 8 mil hectáreas del territorio nacional. Las causas son indeterminadas, aunque 80 por ciento se reducen a una sola: la actividad humana. Luis Olivares, edafólogo de la UNAM, explica, sin embargo, que también son necesarios para la renovación de los ecosistemas
Texto: Alejandro Ruiz/Pie de Página
Fotos: Especial
CIUDAD DE MÉXICO. – Hasta el jueves 28 de marzo, la Comisión Nacional Forestal había registrado 168 incendios forestales -126 en la última semana- concentrados en 19 estados del país, pero sobre todo en el Estado de México e Hidalgo. Los incendios han afectado más de 8 mil 600 hectáreas de bosques y selvas y las imágenes se reprodujeron reiteradamente en medios de comunicación.
¿Se está quemando el país? ¿Estamos ante una catástrofe?
Luis Olivares, ecólogo y edafólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica que que “no necesariamente» un incendio significa un desastre. Por el contrario, muchos son parte del ciclo natural de los ecosistemas para renovarse. Sin embargo, algunos incendios, sobre todo los que ponen en riesgo a las personas y que son producto, por ejemplo, del aumento de la urbanización, sí representan una señal de aleta.
“El incendio es un fenómeno natural, un disturbio bastante importante, pero que no necesariamente tiene que implicar un desastre”.
Aunque las causas de los incendios no pueden ser determinadas de manera sencilla, necesitamos entenderlas para poder prevenir tragedias, dice el experto.
–¿Qué está provocando los incendios que hoy vemos en la televisión?
–Para iniciar un incendio siempre vas a necesitar combustible, oxígeno y una fuente de ignición, así sea en una casa o en un ambiente a la escala de un bosque. En el caso de un bosque, por ejemplo, la fuente de combustible es toda esta hojarasca que se produce por inviernos largos, o temporadas largas de sequía que estresan a las plantas y estas pierden más hojas. Estas hojas o ramas que se caen son el combustible, pero para que enciendan requieres oxígeno, y ese llega cuando hay viento. Con esos elementos tienes las condiciones perfectas para un incendio, pero falta la fuente de ignición, y esa te la puede dar una quema agrícola donde una chispa se sale de control.
“Otra forma es, por ejemplo, gente que de repente va a hacer las carnitas asadas y el carbón que se queda también es una fuente de ignición que puede estar ahí, o también una fogata que no se apagó bien y queda ahí encendida, inclusive hasta una colilla de cigarro, o una botella de cerveza que puede actuar como una lupa. Va a haber varios orígenes, lo importante es que las tres condiciones para un incendio se crucen al mismo tiempo.
“Entonces, si tenemos el viento, la fuente de ignición y el combustible, y esto está presente en un montón de zonas al mismo tiempo porque estamos en temporada de secas y de secas cálidas, pues eso explica por qué estamos viendo más incendios”.
Las imágenes nos producen angustia. En tiempos de crisis climática, donde atendemos la degradación de los ecosistemas y la pérdida de pulmones para la vida en el planeta, uno o varios incendios no generan otra cosa que desesperación.
Pero los incendios son tan naturales, dice el experto, que varias especies aprendieron a controlar o aprovechar el fuego y hay aves que cargan fuego y propagan fuego.
“El fuego es algo recurrente en la naturaleza, es parte de ella. Hay especies que dependen de que haya incendios, incluso para poder germinar. Los incendios han sido una fuerza selectiva que ha ido generando especies o rasgos adaptativos a esos incendios».
–¿Es normal, entonces, que ocurran estos incendios que hoy estamos presenciando?
–Depende, porque hay lugares que naturalmente se queman con bastante frecuencia, o sea donde cada dos o tres años hay un incendio, como en varias zonas boscosas de Michoacán o del Estado de México. (Pero lo que vemos hoy son incendios con magnitudes exorbitantes que, de alguna manera, ponen en riesgo la vida de mucha gente. Entonces, ante esto, pues quizás vale la pena replantearse las cosas de fondo, y aprender a vivir con eso”.
Olivares insiste en que hay que entender que los incendios forestales son parte de la naturaleza. Existen desde que existen las plantas terrestres y desde que existe el oxígeno en la atmósfera, “muchísimo antes de que existiéramos nosotros como especie». Y son necesarios para evitar el deterioro de los bosques.
–¿Qué pasa, por ejemplo, si tenemos políticas como las que tuvieron Estados Unidos o Europa a mediados del siglo pasado sobre prohibir los incendios? Pues pasa algo parecido a como cuando un padre no deja que su hijo juegue con tierra, o que se exponga al aire: se vuelve un niño muy enfermizo y bastante vulnerable a ciertas enfermedades. Algo así le pasó a estos bosques.
“En Estados Unidos decían que aún con las políticas costosísimas para tener bosques prístinos y que no les suceda ni un solo fuego, sus bosques se veían más deteriorados que los bosques que están en México, los cuales se ven mejor y están más sanos, porque aunque también tenían la misma línea de política, el poco presupuesto y la corrupción de alguna manera dejaban que ocurrieran los ciclos naturales de incendios.
“Existen lugares donde la presencia de incendios es normal, y otros donde es poco frecuente y suceden cada 50 o 100 años. Y eso es parte del ciclo natural de los ecosistemas para renovarse».
En la actualidad existen otro tipo de factores que modifican los ciclos naturales de renovación de los bosques y selvas. Estos, dice el investigador, sí pueden ser señal de alarma por distintos factores, entre ellos los riesgos que implican para las poblaciones humanas.
–¿Cuáles serían ejemplos de incendios no normales?
–Aquellos vinculados a la actividad humana, por ejemplo: el incremento de la quema agrícola, o el aumento de la urbanización, que propician descuidos que pueden ocasionar un montón de incendios. Actualmente, los registros de Conafor estiman que más del 80 por ciento de los incendios a nivel nacional son originados por actividades humanas. Eso no quiere decir que sean provocados, quiere decir que puede ser desde una llama que se sale de control, o casos de gente que premeditadamente sí está quemando bosques.
“¿Qué pasa cuando alteras esa renovación del ecosistema por incendios? Vas a ocasionar que se degrade el ecosistema, que se erosione, o incluso que haya incendios más fuertes. Por eso vemos incendios en algunas partes del país donde no es normal que ocurran».
Olivares pone como ejemplo una selva húmeda como las del sur. Ahí es muy poco frecuente que ocurran incendios, porque lo normal es que ahí se renueven la selva o los bosques por caídas de árboles o huracanes. Sin embargo, ahora es cada vez más habitual que haya incendios, provocados por accidentes en las quemas agrícolas controladas, que son habituales, pero que ahora, con las nuevas condiciones climáticas que tenemos, pueden hacer que selvas más secas ardan con más facilidad.
“La mera existencia de incendios no tendría por qué ser un motivo de alarma. Lo que alarma, en realidad, es que exista un incendio y cerca haya un centro de población, porque la vida de mucha gente corre riesgo, y si no se controla puede ocasionar pérdidas bastante graves».
De acuerdo con la Comisión Nacional Forestal, en 2019, del 80 por ciento de los incendios provocados por la actividad humana, el 32 por ciento fueron a causa de la quema agrícola y pecuaria. El resto puede ser intencional o a causa de negligencias. Esto nos dice que ante la expansión de la mancha urbana y poblacional, es necesario aprender a vivir con el fuego.
–¿Cómo aprendemos a prevenir y convivir con el fuego?
–En la medida en que la gente está asentándose en nuevos sitios, dando urbanización en nuevos lugares, debe existir una preocupación de, al menos, entender un poco cómo funciona el ecosistema que habita. Una preocupación de entender dónde conviene exponer estrategias de manejo para estos bosques y evitar esos incendios.
“La alteración de los ecosistemas no es necesariamente mala. Por ejemplo, si hablamos de un lugar donde hay poca frecuencia de incendios, entonces quizá serviría establecer un perímetro que altere el ecosistema alrededor de estas nuevas urbanizaciones, casas o localidades, en pro de la salud y de la vida de la gente».
“Aunque también está la contraparte, de ecosistemas donde hay poca frecuencia de incendios, y tal vez se está promoviendo que haya más incendios para algún cambio de uso de suelo, o quizás porque también aumentó la mancha agrícola y existen más incendios accidentales, o porque hay hábitos de descuido humano. Esto sí puede ser bastante dañino para el ecosistema y para la vida, porque no solamente se acaba con los árboles, sino también con las siembras, y pone en riesgo la salud.
«Hay que entender las causas de los incendios para prevenir catástrofes, y preguntarnos: ¿Si ocurre un incendio, qué tan grave podría llegar a ser, y cómo puedo evitarlo?»
Para eso, dice, hay especialistas que se encargan del combate incendios, guardabosques, y la misma Conafor, “que también está haciendo monitoreos con satélites y tiene planes de manejo con un enfoque de manejo de incendios, más que de combate de incendios, porque esto del combate incendios es una visión que tiene que ver con lo que aplicaba Estados Unidos a mediados del siglo pasado: tener todo controlado, sin nada de incendios».
Eso ha ido cambiando, asegura Olivales y ahora prevalece la idea de “experimentar donde se pueda hacerlo para ver de qué manera se pueden tener intervenciones que mejoren el ecosistema, y no lo afecten más”.
“Lo que ves es una gran extensión de bosque o selva que se está quemando, y claro que eso preocupa porque, como dicen: los bosques son, de alguna manera, los pulmones del planeta. Pero estos bosques se tienen que renovar, y que existan incendios de alguna manera es algo que tiene que ocurrir para que eso pase.
Los planes y la conciencia están, lo que falta, dicen algunos, es el presupuesto para llevarlo a cabo, o la voluntad política de actuar. ¿Es esto real?
–¿Cuál es la tendencia en la política pública actual, a dónde se prioriza el presupuesto?
–Me parece que existen algunos casos de brigadistas que hacen maravillas con muy poco, y que a veces requieren de una camioneta que te permita llegar a lugares más lejanos, o incluso hasta gasolina. Ahí hace falta presupuesto, evidentemente.
“Mi impresión es que el dinero a veces se concentra en lugares que son más importantes por algo estético, o emblemático, o de lo que más se ve. Y sucede que lo que más se ve, es lo que luego suele estar más cerca de zonas urbanas. Entonces, es una parte muy pequeña donde puede estarse concentrando mucho presupuesto, y por otro lado tienes extensiones o zonas rurales muy amplias donde tienen poco presupuesto y gente que tiene que gestionar muchos bosques, o estar ahí de guardabosques en zonas muy amplias con condiciones de inseguridad porque no se tiene contacto con más gente.
“Otro tema es la política de manejo de incendios. En México, quienes pueden combatir un incendio puede ser personal de protección civil, el ejército, bomberos y brigadistas, que son cuerpos que se pueden formar sui generis por comuneros, agricultores o ejidatarios.
“Todos estos diversos actores reciben diferentes formaciones para el combate de incendios, y estas capacitaciones pueden venir de la Conafor o de la propia institución de la que vengan, y cada quien hace lo mejor que puede con lo que tiene. Eso es un problema, porque por ejemplo al reportar los daños se tiene que hacer un dictamen de que pasó, en qué extensión y con qué severidad».
“Hay incendios muy pequeños que se salen un poco de este abanico de lo que se está registrando, y lo que no se ve, pues pareciera que no existiera. Entonces, por ejemplo, en la medida en la que estos incendios son registrados, pues es el parteaguas con el que Conafor, o el gobierno en general, puede llevar un mejor registro, y destinar más recursos para hacer más acciones de prevención o de combate.
“La falta de capacitación para el registro puede ocasionar que no se destinen recursos adicionales o de promoción para la gente que está haciendo este combate de incendios que no se están saliendo de control, porque lo están atendiendo demasiado pronto, pero por lo mismo salen completamente del radar».
La mancha urbana crece, y con esto la cercanía de poblaciones con lugares proclives a incendiarse, y también los factores para que los incendios sean provoados por la negligencia, intención o descuido de los humanos.
¿Cuál es el verdadero impacto del crecimiento urbano y poblacional para el manejo forestal? ¿La vía adecuada?
–¿Cuál debería ser la tendencia en la planeación demográfica y de protección de los ecosistemas? ¿Prohibir los asentamientos humanos? ¿Más zonas de conservación?
–Actualmente sólo el 1 o 2 por ciento del territorio nacional es urbano o semiurbano, y de ese 98 por ciento, más del 50 por ciento son selvas y bosques, un porcentaje bastante elevado, pero que nos dice que, realmente, la afectación por casas o desarrollos urbanos no es tan grande.
«El fenómeno que pasa es que nos fijamos más en el espacio que habitamos, y en la inmediatez podemos percibir que donde antes había un bosque pues ahora ya no está, y esto genera alarmas. Por eso, cuando vemos en las noticias miles de hectáreas que se están incendiando también nos alarmamos, pero en realidad el riesgo no es tan grande, porque de repente vemos que no hay casas cerca.
“El territorio ocupado por asentamientos es muy pequeño en comparación con el territorio rural o de áreas naturales protegidas, e incluso el territorio rural tampoco es una ocupación intensiva y extensiva, es más bien pequeña: pequeños puntos que están bastante más regados por el territorio. En realidad, casas y bosques pueden existir tranquilamente.
“Hay modelos urbanísticos diseñados para eso, y que permiten mejorar la calidad de vida a través del paisaje. Si el problema con las casas es que producen cambios más drásticos en el ecosistemas, hay modelos donde tranquilamente pueden coexistir”.
“Sí hay modelos donde pueden seguir existiendo estas condiciones de equilibrio, que si bien no son las que había antes en ese ecosistema, son condiciones que le permiten a la gente estar bien, y el lugar también puede estar bien, y con eso las plantas y animales que están ahí también pueden estar de alguna manera conviviendo.
«Y entonces, si son lugares donde va a haber incendios, pues también la gente tendría que estar capacitada para tener planes de acción temprana, o puntos de reunión. Sin embargo, ese tipo de cosas a veces no se ven tan claras en la política pública, y ya hay zonas que existen así, sobretodo en las periurbanas.
«Casas versus bosques, en realidad es una discusión que sólo es tangible en contextos urbanos, un problema de gente de la ciudad. La solución no es elegir una u otra, sino saber cómo ambas pueden existir, y los incendios también tienen que ser parte de la ecuación, pero a partir de modelos de de prevención, de gestión y de actuación temprana”.