La salida de Alejandro Gertz Manero de la Fiscalía General de la República (FGR) no sólo estuvo marcada por polémicas acumuladas durante años, sino también por un símbolo que permaneció silenciosamente en los hangares federales: un helicóptero Bell 222 que, de acuerdo con testimonios internos, habría sido utilizado como un privilegio personal del exfiscal y cuyo uso generó tensiones dentro de la institución.
El aparato, fabricado en 1984 y propiedad de una empresa con sede en Delaware, fue visto repetidamente en el hangar de la FGR en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Fotografías disponibles muestran que ya en 2019 se encontraba en la Terminal 2, donde, según fuentes consultadas, permaneció prácticamente asignado al exfuncionario.
Aunque no existe un documento oficial que confirme su uso exclusivo por parte de Gertz, funcionarios que conocieron los movimientos internos aseguran que en la dependencia “todo el mundo sabía de quién era el helicóptero”. También refieren que la FGR no recibió pagos por su resguardo ni por los más de 2.5 millones de pesos que cuesta anualmente mantenerlo en hangar.
Pero el caso del Bell 222 no sólo retrata un posible exceso administrativo. Su presencia, dicen funcionarios consultados, fue una de las piezas utilizadas en las últimas horas de la negociación para acelerar la salida del exfiscal, luego de que desde Palacio Nacional se intensificó la presión tras múltiples controversias no resueltas.
Un cambio de trato y un cerco que se cerraba
De acuerdo con fuentes dentro de la Fiscalía, en las semanas previas a su renuncia aumentó la tensión entre Gertz y la estructura operativa. Varios funcionarios, que antes trabajaban directamente con él, comenzaron a expresar incomodidad por investigaciones que, afirman, “tocaban a personas cada vez más cercanas al poder”.
En ese contexto, la FGR empezó a cerrar las pinzas de diversas investigaciones que involucraban a políticos de Morena, según revelan testimonios obtenidos para esta nota. Entre los nombres mencionados se encuentran Adán Augusto López Hernández, exsecretario de Gobernación, y Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa.
Funcionarios consultados aseguran que estas indagatorias habían avanzado lentamente por años, pero adquirieron un nuevo impulso a partir de 2024. La presión interna creció, y con ella, los desacuerdos entre fiscales de alto nivel y el propio Gertz Manero, quien comenzaba a quedar aislado.
“No era la primera vez que se tensaban las cosas en la institución”, dijo una de las fuentes. “Pero esta vez había demasiados frentes abiertos: casos de corrupción, disputas políticas, investigaciones que ya no podían seguir pausadas”.
La gota que derramó el vaso
La publicación de nuevas acusaciones contra Raúl Rocha Cantú —empresario y exoperador del caso Miss Universo— intensificó el desgaste de Gertz. En menos de 24 horas, se confirmó que la presidencia había decidido retirar la protección política que lo sostenía, y su salida se resolvió con la rapidez de un trámite inaplazable.
El Bell 222 siguió en su lugar, silencioso en el hangar de la FGR. Para algunos funcionarios, se convirtió en el símbolo de un estilo de conducción personalista; para otros, en la evidencia concreta de los privilegios que el exfiscal conservó incluso hasta su último día.
“La relación con el poder cambió”, resumió un funcionario consultado. “Y cuando eso cambia, todo lo demás cae por gravedad.”
Mientras tanto, las investigaciones que avanzaban lentamente bajo su administración continúan su curso, incluidas las que involucran a figuras clave del partido en el gobierno.