Lo que alguna vez fue una pesquería abundante y libre en las aguas del Mar de Cortés, hoy requiere cuidados milimétricos para sobrevivir. El callo de hacha, molusco que sostiene a buena parte de los pescadores de esta región, está en vías de recuperación gracias al trabajo de una cooperativa local que ha apostado por repoblar el ecosistema desde sus raíces.
La Cooperativa Jóvenes Ecopescadores, fundada por buzos de la comunidad y encabezada por Daniel Torres Salas, trabaja desde hace más de una década en el monitoreo, colecta y siembra de esta especie, cuya sobreexplotación desde los años 80, sumada al cambio climático, ha puesto en riesgo su existencia.
“Es un recurso muy noble, que si se cuidara, se repuebla así, rapidito”, afirma Torres en entrevista con el diario mexicano Animal Político, medio que documentó ampliamente el proceso comunitario que ha transformado la visión extractiva por una restaurativa.
Con colectores en forma de “barrilitos”, colocados en el fondo marino con precisión milimétrica, los buzos recolectan larvas entre mayo y junio. Tras varios meses de monitoreo, limpieza y medición, los ejemplares alcanzan el tamaño necesario para ser sembrados de nuevo en un polígono de 25.9 hectáreas en Bahía de Kino, una zona que forma parte del vasto ecosistema marino del Golfo de California, apodado por Jacques Cousteau como “el acuario del mundo”.
Este modelo de producción sustentable ha reducido la mortalidad de los callos de entre 50% a apenas un 5% por ciclo. “Cuando empezamos, no encontramos ni un callo. Al año, ya contábamos 100. Hoy estimamos más de 10 mil”, relata uno de los integrantes de la cooperativa.
Además del repoblamiento, el grupo realiza monitoreo biológico submarino, toma de temperatura y oxígeno del agua, y registro de biomasa para conocer con precisión el estado del ecosistema. Una de sus metas es lograr que el callo de hacha sea un producto 100% sustentable y rentable para la comunidad.
Bahía de Kino vive una transformación. Mientras Kino Nuevo crece como destino turístico con hoteles y residencias vacacionales, el viejo Kino se mantiene como el núcleo de la tradición pesquera. Sin embargo, la presión del turismo, la contaminación y la pesca indiscriminada han dejado una huella ecológica difícil de revertir.
Por eso, junto con otras organizaciones como COBI (Comunidad y Biodiversidad A.C.) y la CONANP, los pescadores se han sumado al Proyecto Innovación Azul, respaldado por la Agencia Francesa de Desarrollo y financiado con 1.5 millones de euros. Este plan busca fortalecer la resiliencia de los ecosistemas marinos y las capacidades de adaptación de las comunidades costeras.
Bahía de Kino es hoy epicentro de múltiples proyectos de conservación. Desde el Grupo Tortuguero, que ganó fama gracias al documental El llanto de las tortugas, hasta la Cooperativa Mujeres del Mar de Cortés, que lidera la restauración de almeja arrocera e impulsa la equidad de género en el manejo de los recursos marinos.
La restauración del callo de hacha no solo depende de los pescadores, también exige corresponsabilidad del consumidor. Aunque algunos restaurantes muestran claramente las vedas de mariscos, hay quienes siguen pidiendo productos fuera de temporada, lo que alimenta el ciclo de sobreexplotación.
“Muchas veces, quienes disfrutan un platillo no conocen lo que implica obtener un solo callo”, lamentan los integrantes de la cooperativa, quienes invitan a conocer de cerca el trabajo que hacen por debajo del agua.
La esperanza se siembra hoy en las profundidades del Mar de Cortés, donde el mar devuelve, lentamente, lo que se le cuida con paciencia.
