En medio de protestas y exigencias de justicia por el asesinato de su esposo, Grecia Quiroz asumió este miércoles la presidencia municipal de Uruapan, tras el homicidio del alcalde Carlos Manzo ocurrido el pasado fin de semana.

Arropada por integrantes del Movimiento Independiente del Sombrero, la agrupación política fundada por Manzo, y entre aplausos en el Congreso de Michoacán, Quiroz prometió dar continuidad al proyecto de su esposo y mantener el combate a la inseguridad en el municipio.

“Voy a seguir los pasos de Carlos Manzo. No solo voy a defender a Uruapan, voy a defender a Michoacán y a un México que él hubiera querido”, declaró durante la sesión. La ahora alcaldesa aseguró que trabajará hasta que se esclarezca el crimen y se castigue a los responsables.

Afuera del recinto, transportistas, trabajadores municipales y organizaciones civiles marcharon con pancartas y caravanas vehiculares para exigir justicia. “Carlos Manzo presente”, se leía en las mantas colocadas en los camiones.

El clima de tensión en la toma de protesta respondió también al atentado ocurrido contra el exalcalde la noche del sábado, cuando fue atacado a balazos pese a estar acompañado por un dispositivo de seguridad federal y estatal.

“Estamos viviendo un momento triste para Uruapan. Nos arrebataron a un hombre valiente, pero el Movimiento del Sombrero no se detendrá”, dijo Quiroz al dirigirse a simpatizantes que aguardaban afuera del Congreso local.

Horas antes del acto oficial, la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, recibió a la familia de Manzo y ofreció respaldo en las investigaciones. “Se llegará hasta el final”, afirmó, según declaraciones difundidas por su equipo.

La Fiscalía de Michoacán continúa las indagatorias y no ha informado detenciones relacionadas con el homicidio.

Con el asesinato del edil, suman varios los atentados contra autoridades locales en la región en los últimos meses, en un contexto marcado por la disputa de grupos criminales en la zona. Mientras tanto, Uruapan inicia un nuevo capítulo bajo la promesa de no dejar caer la bandera de quien encabezó un movimiento social que, hasta antes del crimen, había ganado notoriedad nacional.