Lázaro Cárdenas Batel, uno de los hombres más cercanos a la hoy presidenta Claudia Sheinbaum y próximo jefe de la Oficina de la Presidencia, fue una pieza clave en el origen de la llamada “guerra contra el narcotráfico” que Felipe Calderón lanzó en Michoacán en diciembre de 2006.
Aunque la narrativa oficial ha señalado al panista como responsable del giro militar en la estrategia de seguridad, documentos, testimonios y cronologías revelan que el entonces gobernador michoacano solicitó explícitamente la intervención federal ante el avance del crimen organizado en su estado. Ese movimiento político, hoy ampliamente cuestionado por sus consecuencias, fue el detonante de la Operación Conjunta Michoacán, el primer capítulo de una escalada nacional que dejó miles de muertos y transformó para siempre el mapa criminal del país.

De aliado discreto a figura central en Palacio Nacional
El 11 de julio de 2024, Sheinbaum anunció que Cárdenas Batel, quien ya había sido su coordinador de asesores en el primer tramo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, regresaría al primer círculo como jefe de la Oficina de la Presidencia.
Su trayectoria incluye la gubernatura de Michoacán (2002–2008), periodo en el que la entidad ya vivía una creciente ola delictiva: el avance de Los Zetas desde el Golfo hacia el puerto de Lázaro Cárdenas, disputas con el Cártel del Milenio y, en 2006, la aparición pública de La Familia Michoacana, una organización que irrumpió con violencia extrema y códigos supuestamente “morales”.

La noche en que Michoacán cambió
La Familia Michoacana dio un golpe mediático el 6 de septiembre de 2006 en Uruapan, donde dejó cinco cabezas humanas en un bar junto a un mensaje justificando su violencia como “justicia divina”. Un mes después, miembros de la organización ejecutaron a tres abogados durante un motín en el penal de Mil Cumbres.
Ante ese escenario, Cárdenas Batel se acercó a Calderón, entonces presidente electo, para solicitar apoyo federal que Vicente Fox había negado los años previos. Calderón lo confirmaría después en entrevista: la petición del gobernador fue el detonante inmediato.
Diez días después de tomar protesta, el 11 de diciembre de 2006, Calderón ordenó el despliegue militar. Con más de siete mil fuerzas federales —Ejército, Marina y Policía Federal— arrancó la Operación Conjunta Michoacán. El gabinete de seguridad federal ubicó al estado como epicentro del deterioro y laboratorio inicial del nuevo modelo militarizado.

La antesala del desastre
El operativo fue presentado como respuesta urgente para contener al crimen. Sin embargo, para especialistas y organizaciones civiles marcó el punto de partida de una estrategia de seguridad que, lejos de pacificar, detonó una espiral de violencia nacional sin precedentes.
Las cifras oficiales reflejan el impacto inmediato y la complejidad de interpretarlas: según datos del Inegi, en Michoacán hubo 988 homicidios en 2006; al año siguiente descendieron a 556, pero repuntaron a 658 en 2008, año en el que Cárdenas concluyó su mandato. El descenso temporal contrastó con la expansión de células criminales, la proliferación de autodefensas y, finalmente, la fragmentación de los cárteles que operaban en la región.

Una herencia incómoda en el nuevo gobierno
Hoy, mientras regresa al corazón del poder federal con Sheinbaum, la figura de Cárdenas Batel vuelve al escrutinio público. La decisión política que contribuyó a inaugurar la guerra contra el narcotráfico —una estrategia que el movimiento de la 4T ha criticado abiertamente— coloca al futuro funcionario en el centro de un debate sobre responsabilidades históricas y continuidad de proyectos de seguridad.
A casi dos décadas de aquel despliegue militar, el estado sigue siendo uno de los más golpeados por la violencia. La historia recuerda que la primera orden de guerra de Calderón no nació solo desde Los Pinos, sino desde el Palacio de Gobierno de Morelia.
El reto para Cárdenas Batel y el nuevo gobierno será demostrar que su regreso no significa repetir —ni justificar— un pasado que marcó a todo el país. ¿Será posible construir una estrategia distinta desde la misma silla donde nació la primera?