Los cárteles de México han comenzado a utilizar drones, explosivos improvisados y armamento militar en sus enfrentamientos, en una escalada que ha convertido a algunos grupos en fuerzas paramilitares, según autoridades y expertos en seguridad.
Grupos como el Cártel Jalisco Nueva Generación, La Familia Michoacana y los Caballeros Templarios han incorporado a su arsenal minas Claymore, morteros caseros, granadas propulsadas por cohetes y vehículos blindados equipados con ametralladoras pesadas. Los drones, modificados para bombardear con explosivos o sustancias químicas, se han convertido en una herramienta clave para atacar rivales y a las fuerzas de seguridad.
“Ya no podemos tratar a estos grupos como simples pandillas locales”, advirtió el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio. “Tienen armas similares a las de los ejércitos”.
La mayoría del armamento de alto poder proviene de Estados Unidos, donde se contrabandean hasta medio millón de armas al sur cada año. Además, los grupos criminales fabrican armas propias mediante ingeniería inversa y piezas impresas en 3D.

En Michoacán, la violencia derivada de este armamento ha desplazado a más de 2,000 personas en casi dos años. Solo en los últimos cinco meses, al menos 10 civiles han muerto por explosivos ocultos en campos agrícolas o caminos escolares, según el Observatorio de Seguridad Humana.
La militarización de los cárteles no es reciente. Desde mediados de la década de 2000, grupos como Los Zetas introdujeron disciplina, comunicación encriptada y armamento pesado, marcando el inicio de la transformación del crimen organizado en fuerzas con tácticas de estilo paramilitar.
La policía y el ejército mexicano enfrentan severas limitaciones frente a esta amenaza. Solo una unidad especializada antibombas, dirigida por el capitán Mario Gómez, ha desactivado más de 2,000 artefactos explosivos improvisados, incluidos drones cargados con químicos tóxicos, en los últimos dos años. Sin embargo, sus 18 integrantes se encuentran ampliamente superados por la magnitud del problema.
El conflicto ha dejado hogares destruidos y comunidades rurales atrapadas entre el fuego cruzado. La falta de equipamiento especializado, como vehículos blindados resistentes a minas, y la disponibilidad de armamento moderno en manos de los cárteles, hacen que la violencia siga en aumento.
