Durante casi 90 años, una tienda de ropa para caballeros sobrevivió en el corazón del centro histórico de Ciudad de México. Lo que no pudo resistir fue el miedo. Amenazas telefónicas, visitas intimidantes y asaltos armados obligaron a su dueño a bajar la cortina en diciembre de 2023. Nunca volvió a abrirla.

Este caso no es aislado. La extorsión, o “cobro de piso”, es una realidad cotidiana para cientos de negocios en la capital del país. Muchos optan por callar y pagar. Otros, simplemente, cierran.

Las cifras oficiales apenas rozan la superficie del problema. Entre enero y mayo de 2025, en Ciudad de México se abrieron 498 carpetas de investigación por extorsión, casi el doble que en el mismo periodo del año anterior. Pero eso representa solo el 3% de los casos reales, según estimaciones del INEGI: el 97% no se denuncia.

¿Por qué no se denuncia? “No podemos resolver algo que no se está viendo”, admitió el secretario de Seguridad capitalino, Pablo Vázquez Camacho. La respuesta se encuentra en los testimonios de víctimas como el dueño de la tienda de ropa: amenazas verbales imposibles de probar, nula respuesta de las autoridades y una espiral de violencia que deja poco margen para el heroísmo.

En medio del repunte delictivo, el gobierno federal presentó una nueva estrategia nacional contra la extorsión. El plan, anunciado por la presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario Omar García Harfuch, incluye una línea telefónica para denuncias anónimas, cancelación de números usados desde penales, congelamiento de cuentas bancarias y creación de unidades locales especializadas. Pero para muchos, llega tarde.

La extorsión ya se volvió parte del modelo de negocios del crimen organizado. Cárteles como el de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación y la Unión Tepito la han incorporado como fuente estable de financiamiento. Según el analista David Saucedo, el cobro de piso les sirve para pagar nóminas criminales, sobornos y guerras territoriales.

Pero el fenómeno no es exclusivo del narco. También participan bandas pequeñas, delincuentes independientes e incluso falsos extorsionadores que se cuelgan de nombres de alto impacto. “Desde el que se hace pasar por un cartel hasta verdaderas organizaciones criminales, todos están metidos”, explicó Francisco Rivas, del Observatorio Nacional Ciudadano.

En el centro histórico, los rumores corren más rápido que las patrullas. Víctor Hugo Noriega, comerciante, lo confirma: todos saben que el cobro de piso existe, pero pocos lo nombran en voz alta. “Pagar cuando hay que pagar”, dice resignado Daniel Bernardi, propietario de una peletería con 85 años de historia.