La promesa del presidente Donald Trump de reducir el costo de la vida en Estados Unidos podría convertirse en una pesadilla para millones de familias que dependen del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), uno de los más importantes del país en materia de ayuda alimentaria.

El Congreso estadounidense se prepara para votar un paquete de recortes presupuestales impulsado por el mandatario, quien ha promovido la iniciativa como su “gran y hermosa ley”. Entre las medidas más controvertidas se encuentra la reducción de recursos para SNAP, del que dependen 42 millones de ciudadanos, incluidos adultos mayores, personas con discapacidad y familias con hijos.

Tan solo en West Virginia, el 16 por ciento de la población recibe este apoyo federal para la compra de alimentos. Irónicamente, se trata de uno de los estados que más apoyó a Trump en las elecciones de 2024.

“La comida no nos dura ni un mes”, cuenta Butler, una madre de familia que recorre distintos puntos de distribución comunitaria para asegurarse de alimentar a su hijo. “El presidente prometió bajar los precios, pero siguen subiendo. Lo que tenemos alcanza cada vez menos”.

Recorte que golpea a los más pobres

En su versión actual, el proyecto de ley propone recortes por 211 mil millones de dólares. Los estados deberán asumir parte del costo que ya no cubrirá el gobierno federal, lo que pone en riesgo a las comunidades más empobrecidas, como las del cinturón rural del país.

El senador republicano por West Virginia, Jim Justice, alertó sobre el posible costo político del recorte. “Si no tenemos cuidado, la gente va a salir lastimada… podría costarnos la mayoría en el Congreso”, advirtió.

Los recortes también se extienden a Medicaid, el programa de atención médica para personas de bajos recursos. Sin embargo, según analistas, esta vez no hay voces moderadas dentro del Partido Republicano que frenen el avance de estas medidas.

Para familias como la de Jordan, un joven de 26 años con dos hijos, el apoyo de SNAP ha sido vital. Reciben cerca de 700 dólares al mes para alimentación, pero aún así viven al límite. “Si lo recortan, buscaré un segundo empleo. Lo que sea para alimentar a mi familia”.

Cameron Whetzel, otro joven de West Virginia, intentó aplicar al programa pero su salario de 15 dólares la hora fue considerado demasiado alto. “Llevamos cuatro meses sin comprar huevos. Son inalcanzables”, lamenta.

Según una encuesta de AP-NORC, el 45 por ciento de los estadounidenses cree que programas como SNAP están subfinanciados, mientras que solo el 30 por ciento piensa que cuentan con los recursos adecuados.

Pese a las críticas, la Casa Blanca defiende la reforma. “Fortalecerá SNAP con requisitos de trabajo y medidas de corresponsabilidad”, señaló un vocero presidencial.

Trump ha insistido en que el recorte presupuestal contribuirá a bajar los precios de los alimentos, aunque no ha explicado cómo. Desde que asumió nuevamente la presidencia, productos básicos como leche, tocino y jugo de naranja han aumentado de precio, lo que genera creciente inconformidad entre sus propios votantes.

El debate se intensificará en las próximas semanas, ya que el presidente ha presionado al Congreso para aprobar la ley antes del 4 de julio. Mientras tanto, millones de familias como la de Butler viven con la incertidumbre de no saber si el próximo mes tendrán con qué comer.