A pesar de haber sido presentada como la joya energética y el pilar del sexenio del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, la Refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco, sigue sin operar a su máxima capacidad y con una factura que no para de crecer.
El sueño de alcanzar la autosuficiencia en combustibles se ha traducido, por ahora, en un agujero financiero que no deja de ensancharse.
Según los estados financieros presentados ante la Bolsa de Valores de Estados Unidos (SEC), el costo de la refinería Olmeca ha escalado a 20 mil 959 millones de dólares, casi tres veces más de lo prometido por el presidente al inicio del sexenio pasado, cuando aseguró que costaría solo 8 mil millones.

El monto millonario no es el único foco rojo: Pemex Transformación Industrial (PTRI), la filial encargada de las refinerías y plantas de fertilizantes, cerró 2024 con pérdidas netas por más de 575 mil millones de pesos, sumando un pasivo acumulado superior al billón de pesos.
La refinería, ubicada en Paraíso, Tabasco, comenzó operaciones parciales a finales del 2022 con una producción de 170 mil barriles diarios, una cifra que dista mucho de su capacidad proyectada de 340 mil.
Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), será hasta 2026 cuando Dos Bocas alcance su funcionamiento completo, si todo sale bien.
Mientras tanto, la realidad financiera de Pemex es alarmante. La filial que controla Dos Bocas, PTI Infraestructura de Desarrollo, reportó pérdidas por mil 473 millones de pesos sólo en 2024.

Su deuda con otras empresas de Pemex supera el billón y medio de pesos, y su deuda total escaló 53% en un año, hasta 1.6 billones.
A este panorama se suman los litigios: al menos tres créditos fiscales por 17 mil millones de pesos le exige el SAT, además de demandas por parte de Odebrecht, la firma brasileña que protagonizó uno de los mayores escándalos de corrupción con Pemex como actor central.
Todo esto mientras el gobierno sigue inyectando recursos a proyectos ruinosos como Grupo Fertinal y Agronitrogenados, adquiridos con sobreprecios durante el sexenio de Peña Nieto, y que hoy siguen generando pérdidas multimillonarias.
La paradoja de Dos Bocas es que, incluso si alcanza su capacidad total en 2026, México seguirá importando gasolina. Y es que de acuerdo a la IEA, México deberá importar hasta 500 mil barriles diarios en 2030, debido al desplome de la producción petrolera nacional.

La IEA advierte que la producción nacional de crudo va en declive y que el país podría convertirse en importador neto para 2030, a pesar de los más de 8 mil millones de dólares comprometidos en modernizar las otras seis refinerías del país.
Se suma la advertencia de que más de la mitad de la extracción actual proviene de sólo siete campos petroleros de los 240 que tiene Pemex.
Mientras tanto, el número de plataformas activas se ha desplomado: de 50 en octubre de 2024 a menos de 20 este semestre, en parte por recortes presupuestarios y falta de pagos a proveedores. Proyectos clave como Zama siguen sin autorización, y otros como Trion apenas contemplan producir en 2028.
Tan solo en abril de 2025, la producción en Dos Bocas fue de apenas 78 mil barriles diarios de combustibles, con un procesamiento de 84 mil barriles de crudo, lo que habla de la distancia entre los discursos triunfalistas y la operación real del complejo.
En el fondo, la refinería de Dos Bocas sintetiza el sexenio energético de López Obrador: una apuesta cara, atrasada, sin resultados concretos y que amenaza con hipotecar el futuro de Pemex, la empresa más endeudada del mundo, mientras la transición energética y los mercados internacionales siguen avanzando en dirección opuesta.
