mayo 30, 2022
El problema fue subsanado temporalmente, pero en modo alguno ha sido superado. Este año, las comunidades de Bahía Nelson Mandela, a unos 750 kilómetros al este, verán en julio sus embalses completamente agotados.
Ciudad del Cabo logró evitar el temido «día cero» introduciendo estrictas restricciones al uso del agua a empresas y vecinos. Se aumentaron los precios y multas por uso excesivo y se trabajó directamente con el sector agrícola para reducir el consumo y retener la humedad del suelo. En el peor momento, los ciudadanos podían usar solo 50 litros de agua al día. Para ponerlo en perspectiva, una carga de ropa consume alrededor de 70 litros, dependiendo de la lavadora que se use.
Ingrid Coetzee, una experta en biodiversidad de Ciudad del Cabo, vivió esa época. «Recuerdo lo difícil que fue el día a día con esas duras condiciones, en el sentido de reducir casi por completo nuestro uso del agua», explica a DW. Una amplia campaña de concientización pidió a las personas a reducir o eliminar actividades que consumen mucha agua, como lavar ropa o automóviles, y les aconsejó duchas más breves, además de reutilizar el agua de esa ducha para el inodoro.
Coetzee dice que, desde la sequía, la ciudad encontró formas de mejorar el suministro de agua. «Una solución basada en la naturaleza, eliminando vegetación exótica de las áreas de captación de agua de la ciudad, ha demostrado ser una excelente medida en términos de costo-beneficio», sostiene la mujer, que es directora de ICLEI, una asociación de sostenibilidad que reúne más de 2.500 gobiernos locales y regionales.
Esta solución, junto con el regreso de las lluvias y las medidas de ahorro aprendidas durante la crisis de 2018, han ayudado a rellenar de forma significativa las represas y aliviado considerablemente las preocupaciones respecto al suministro de agua… por ahora.
En lugares donde el suministro de agua ya está amenazado por el cambio climático, los esfuerzos son todavía más extremos.
Los 3,3 millones de habitantes de San Diego, en la frontera de Estados Unidos con México, han enfrentado, como muchos californianos, varias sequías severas en los últimos 20 años.
Pero gracias a las restricciones en el uso del agua, la educación y las inversiones en mejorar la capacidad de los embalses y el revestimiento de los canales para evitar filtraciones, el condado ha reducido el uso per cápita de agua en cerca de un 50 por ciento en las últimas tres décadas.
Junto con las soluciones tecnológicas, como las plantas desalinizadoras, y planes futuros para purificar el agua usada, San Diego será capaz de satisfacer la demanda local al menos hasta el año 2045.
La árida Namibia es una veterana cuando se trata de hallar fuentes alternativas de agua. Su capital, Windhoek, instaló la primera planta de reciclaje del mundo en 1968, convirtiendo las aguas residuales en agua potable segura por medio de un proceso de 10 pasos que incluye desinfección y varias capas de filtración. La planta de recuperación de agua de Gorengab fue renovada en 2002, y sigue brindando un suministro de agua confiable.
El agua reciclada y la desalinización son ya comunes en zonas de clima seco de Medio Oriente, el Mediterráneo y el sur de Asia, pero no en el norte de Europa, donde los países no han tenido que preocuparse realmente por sus suministros de agua.
Bélgica y Países Bajos están analizando proyectos en Amberes y La Haya que generarían agua potable a través de medios no convencionales, al menos según los estándares locales. Una planta en el puerto de Amberes, que se inaugurará en 2024, tratará agua salada para su uso en zonas industriales cercanas. Al reducir el uso de agua potable del puerto en cerca de un 95 por ciento, se espera bajar la presión sobre el suministro de agua de la región tras años de condiciones que podrían calificarse de sequía.
A veces, sin embargo, la solución más sencilla es la mejor. El año pasado, Estambul tomó una idea de la era Bizantina y del Imperio Otomano e hizo obligatorio para todos los nuevos edificios de más de 1.000 metros cuadrados incluir cisternas subterráneas para recolectar agua de lluvia. El gobierno federal de Turquía tiene planes similares para el resto del país.
Para luchar contra la desertificación en Senegal, algunos granjeros han estado plantando jardines circulares conocidos como tolou keur, los que ayudan a las plantas a resistir de mejor manera los climas cálidos y secos. Los lechos circulares permiten que las raíces crezcan hacia dentro, lo que ayuda a atrapar los escasos aguaceros de la región.
Y en países como Chile (en el norte del país) y Marruecos, los lugareños llevan años captando agua de la niebla. Mediante el uso de tecnología y materiales modernos para mejorar el diseño, los investigadores han logrado recolectar cinco veces más agua para regiones que de otro modo estarían totalmente secas.
Martin Kuebler