diciembre 3, 2018
Por Marytere Narváez
A nivel internacional se han publicado estudios en los que se observa que los niños duermen menos tiempo del recomendado, lo que puede traer consigo el aumento del riesgo de sobrepeso, obesidad, hiperactividad, así como dificultad para poner atención y concentrarse.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, Guadalupe Terán Pérez, presidenta de la Sociedad Mexicana para la Investigación y Medicina del Sueño y coordinadora de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa (UAM-I), describió que el aumento de diagnóstico de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y trastornos de imposición de límites, entre otros, es derivado en muchos casos de problemas relacionados con sueño.
“El niño, a diferencia del adulto, no se queja de estarse durmiendo, no lo veremos somnoliento. Lo vamos a ver con mucha energía porque no es capaz de dormir”, apuntó.
Desde hace cinco años, los investigadores de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, se dieron a la tarea de estudiar qué estaba pasando con los procesos del sueño en la población mexicana infantil, para lo que realizaron un primer estudio en el que correlacionaron el índice de masa corporal con las horas de sueño de los niños que asisten a la escuela primaria.
“Lo que vimos es que estaban durmiendo dos horas menos de lo esperado para su edad. Tendrían que estar durmiendo por lo menos nueve horas y estaban durmiendo entre seis y media y siete en promedio”, indicó la investigadora.
Javier Velázquez Moctezuma, coordinador de la Clínica de Trastornos del Sueño de la UAM-I, describió que existen dos determinantes para dormir: las horas de estar despierto y la hora del día. “Nosotros dormimos después de 16 horas de estar despiertos y dormimos hacia la noche, cuando está oscuro”.
De acuerdo con el investigador del área de neurociencias, la recomendación de las sociedades de medicina del sueño y academias internacionales indica que dormir menos de siete horas en adultos los pone en riesgo de adquirir diversas enfermedades. “En niños es diferente porque duermen mucho y conforme vamos creciendo vamos necesitando menos horas de sueño. Pero aun en los adolescentes, se necesita más sueño, entre nueve y 10 horas”.
Explorando los hábitos de sueño que los niños mexicanos estudiados tienen, se observó que estos utilizan de manera regular dispositivos electrónicos por la noche, lo que puede propiciar que demoren más tiempo en dormir y que su sueño sea muy profundo. “En general, los muy pequeños necesitan siempre algo para irse a dormir. No son capaces de irse a dormir solos y esto a veces hace que se puedan desarrollar algunos trastornos del sueño”, apuntó Terán Pérez.
Posteriormente, los investigadores realizaron un estudio que incluyó a niños desde los tres años de edad, obteniendo como resultado que estos duermen en promedio 10 horas diarias, cuando deberían dormir por lo menos 11 horas.
“Aunque aquí no hay riesgo todavía de sobrepeso y obesidad, en los escolares sí. Pudiera ser que dejar de dormir, sumado a malos hábitos, sedentarismo, etcétera, aumentan el riesgo de que los niños en edad escolar desarrollan problemas de peso y todo lo que esto conlleva”, señaló Terán Pérez.
Los estudios se realizaron a partir de aplicación de cuestionarios a padres de familia de alrededor de dos mil niños de entre tres y 12 años de edad de la Ciudad de México y estados cercanos, de escuelas públicas y privadas, en los que se incluyó información sobre la hora en que los niños se acuestan, se levantan, el tiempo que tardan en dormir, si toman siestas, entre otros.
A partir de la medición del peso y la talla y, de acuerdo con las normas oficiales, se validó la categoría de peso en la que los niños estaban. Como parte de los resultados, se observó que existe una correlación entre el sobrepeso y la obesidad en niños en edad escolar, es decir, a partir de seis años.
“Tras estos hallazgos estamos tratando de correlacionar el riesgo de obesidad y sobrepeso con estrés oxidativo. Aquí vamos a hacer el análisis de ciertas moléculas para determinar si quienes no duermen bien y quienes tienen sobrepeso están aumentando su estrés oxidativo y si esto también repercute en su funcionamiento cognitivo”.
Un resultado importante del trabajo realizado es que los niños padecen un fenómeno conocido como “jetlag social”, que refiere el desajuste en el horario de dormir, similar al que ocurre cuando se viaja a un lugar en el que hay una diferencia de horario sustancial. Esto significa que los niños duermen entre semana de ocho a nueve horas diarias y los fines de semana duermen por lo menos dos horas más, tratando de compensar el sueño perdido.
“El problema es que se va llevando el organismo a un desajuste en el ritmo circadiano. Tenemos un ritmo que dura alrededor de 24 horas, que se sincroniza principalmente con la luz y que debe suceder siempre en un periodo. Pero si nosotros lo movemos, lo retrasamos o lo adelantamos, forzamos el organismo a un trastorno del ritmo circadiano y esto puede generar síntomas diurnos como irritabilidad, dolor de cabeza y problemas gastrointestinales”, explicó Terán Pérez.
Los síntomas se presentan de manera inmediata, pero también pueden desencadenar un efecto crónico. La restricción de sueño, por ejemplo, tiene un efecto acumulativo en el que las noches de mal sueño tienen un impacto cada vez mayor en el funcionamiento diurno.
A pesar de que este padecimiento es grave y puede presentar muchas complicaciones, la buena noticia es que es controlable y reversible, pues el momento en que se cambian los malos hábitos del sueño y se empieza a dormir de una manera adecuada, el funcionamiento se recupera.
Los estudios fueron realizados por un equipo multidisciplinario conformado por médicos de diferentes especialidades, psicólogos especializados en medicina del sueño, biólogos, químicos y enfermeros, entre otros. A partir de los resultados obtenidos en la etapa de detección, se busca desarrollar intervenciones para mejorar los hábitos del sueño de los niños mexicanos y medir su efecto en la población.
“En otros países se ha visto que si se dan talleres de medicina de sueño a los papás en donde se sensibilicen y se les den herramientas para dormir mejor, en poco tiempo comienzan a desarrollar hábitos saludables, por lo tanto duermen bien y se va viendo que mejoran todas estas áreas relacionadas con el sueño”, apuntó la investigadora.
Mérida, Yucatán. 30 de noviembre de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).
Nota de CONACYT Prensa